Por Oscar Montezuma, Director de Niubox
Originalmente publicada en Idealex.press
Mi primer emprendimiento legal (el que un año y medio después se convirtió en Montezuma y Porto) fue en julio de 2012 y se llamó “Montezuma y Panez”. Se preguntarán por qué el “y”. Por dos razones: (i) quería eventualmente vincularlo a un proyecto familiar y (ii) ego.
Uno de los tantos “dogmas” del mundo legal es que tu firma tiene que llevar tus apellidos —sociólogos y psicólogos, peléense por hacer una tesis conjunta sobre este tema—. El horror al vacío y temor que el nombre se salga de los patrones clásicos es parte de la resistencia al cambio con la que nos formamos los abogados y sí, afloró casi naturalmente en mi elección del nombre, así que mi firma llevó no sólo uno, sino mis dos apellidos.
Sin embargo, quise agregarle algo diferente y le sumé “Consultores Legales”.
Cuando pregunté a amigos abogados y de otras profesiones qué entendían por “consultor” se abrió un abanico de significados. Y si le sumaba el “legal”, el corto circuito era mayor.
Los abogados me decían que la palabra “consultor” me alejaría del mundo legal y me acercaría más a una Big 4. Los empresarios me decían lo contrario, que un consultor transmite más confianza y cercanía que un abogado, así como la idea de un servicio más completo.
Si nos vamos al Diccionario de la RAE, la palabra “consultor” es definida como “persona experta en una materia sobre la que asesora profesionalmente”, con lo cual un abogado es también un consultor. No obstante, aposté por lo seguro y usé el nombre “Consultores Legales” (fue años después que tomé conciencia de que uno siendo abogado es también consultor).
¿Por qué en el inconsciente colectivo de los abogados el término consultor se ubica fuera del mundo legal? No he encontrado una respuesta exacta, pero tengo la impresión de que se trata de un tema de estatus y de protección de un modelo autárquico donde, o eres 100% abogado y haces puro Derecho, o pierdes el derecho de ser reconocido como tal.
Si agregas interdisciplinariedad a tu práctica legal o la combinas con elementos extra legales eres un consultor y ya no un abogado.
Hace ya varios años que el mundo cambió y el Derecho dejó de ser sólo de abogados y, sin embargo, hay algo en nuestro mindset “abogadil” que no cambia y se resiste a aceptarlo.
Ahora que he decidido apostar por un nuevo modelo de prestación de servicios legales, fuera de los patrones convencionales, la conversación sobre si somos abogados o consultores reaparece: “Ah, entonces ¿ustedes son una consultora?”, es la pregunta. “No importa, llámalo como quieras, simplemente somos abogados queriendo romper moldes y hacer las cosas de una forma diferente agregando valor”, ha sido mi respuesta. Punto.
Puedes ser asociado, consultor, consejero o usar la etiqueta que quieras y seguir ejerciendo como abogado, utilizando tus habilidades de asesor legal o incluso ofreciendo servicios al mercado legal utilizando el conocimiento que tienes de ese mercado como profesional del Derecho, ¿por qué no?
Tenemos que desarticular de nuestro mundo abogadil las etiquetas, jerarquías y categorías rígidas con significados estáticos. Es parte de innovar y modernizar la forma como entendemos la práctica legal y promover la creación de un ecosistema de innovación legal. Con pequeños cambios podemos marcar grandes diferencias.
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