Créditos: Óscar Montezuma Panez (él, he)
En Niubox hemos visto una y otra vez a gerencias legales llegar con la misma urgencia: “Recomiéndanos qué software de inteligencia artificial o qué herramienta de legal tech deberíamos comprar”. Suena tentador empezar por ahí, pero la respuesta siempre es la misma: no te enamores de la solución antes de entender a fondo el problema.
El problema de empezar por la tecnología
La presión existe. Mucho se habla de inteligencia artificial, de automatización y de legal tech como si fueran llaves mágicas para transformar cualquier área legal. El famoso FOMO de la tecnología también llegó a los abogados. Pero la verdad es que ningún software, por sofisticado que sea, arregla un proceso mal diseñado. Si no sabes qué dolor quieres aliviar, corres el riesgo de invertir tiempo, presupuesto y energía en algo que nadie va a usar.
Y no es un fenómeno aislado de la región. Según un estudio de ContractWorks citado por Artificial Lawyer (2022), el 77 % de los abogados in-house ha experimentado implementaciones fallidas de legal tech. Las razones más comunes: procesos mal mapeados, baja adopción por parte del equipo, expectativas irreales y falta de integración con otros sistemas. El resultado suele ser frustración, costos hundidos y desconfianza frente a futuras iniciativas de innovación.
Un ejemplo práctico: nuestra propia experiencia
Cuando recién lanzamos Niubox, caímos en esa trampa. Nos obsesionamos con encontrar la herramienta de gestión de tareas más completa del mercado. Terminamos contratando una plataforma robustísima… que el equipo nunca usaba. Para cinco personas era como querer manejar un avión para ir de la sala a la cocina. Al final, una simple hoja de Excel nos habría dado más valor en ese momento.
La ruta correcta: personas y procesos primero
La pregunta no es “¿qué compro?”, sino “¿qué proceso quiero mejorar?”. A veces, lo que necesitas no es un software nuevo, sino repensar tu flujo de trabajo, quitar pasos innecesarios o alinear a tu equipo en una misma forma de operar. Solo después de ese ejercicio tiene sentido evaluar tecnología, porque entonces ya sabrás exactamente qué buscar, cuánto invertir y cómo medir el éxito.
Y aquí surge otra recomendación práctica: al evaluar una herramienta, no solo mires las funciones técnicas. Evalúa si tu equipo está listo para adoptarla, si se integra con tus sistemas actuales, cuál es el costo de capacitar a todos y qué retorno real esperas obtener. La tecnología no es solo una compra, es un cambio cultural que hay que preparar.
Conclusión: la tecnología llega después
La innovación real no empieza con la herramienta, sino con la claridad sobre tu problema. Y en Niubox creemos que ese es el primer paso para que la transformación digital de un área legal sea sostenible. La tecnología no es la protagonista, es la consecuencia de un diagnóstico honesto y de un equipo listo para adoptarla.